La contaminación del agua constituye un problema global de
máxima actualidad, siendo uno de los problemas a los que tendremos que hacer
frente de forma prioritaria: por cuestiones de disponibilidad, debido al
aumento en su consumo por la distintas necesidades (familiares, industriales,
agrícolas), porque no es una fuente inagotable, por la degradación constante de
océanos, ríos, pantanos, estanques, pozos y regadíos y por el incremento de
centrales nucleares (contaminación radiactiva).
Para plantearnos el problema de
la contaminación del agua sería necesario establecer genéricamente el concepto
de contaminación, del que existen multitud de definiciones y que agrandes
rasgos podría considerarse como “toda causa que contribuye a que un determinado
medio o recurso sea inapropiado para su uso”. El hombre altera la dinámica de
los ciclos naturales, provoca la acumulación de residuos en lugares muy
concretos, y por lo tanto, supera la capacidad de reciclaje de éstos, dando
lugar a su obstrucción y, por tanto, al fenómeno de contaminación.
Resulta pues imprescindible
buscar recursos para solucionar los excesos de su carga contaminante, viéndose
mermada notablemente su calidad con repercusión en el ecosistema, agricultura,
pesca, e incluso en la producción alimentaria, afectando toda la cadena
trófica.
Está científicamente probado que
para mantener un ritmo de crecimiento económico industrial, se hace
absolutamente imprescindible conservar o bien reparar allí donde se haya roto
el equilibrio ecológico.
Fuentes de origen: La contaminación de las aguas
puede ser accidental, pero la mayor parte de las veces deriva de vertederos no
controlados de distinto origen:
Aguas residuales urbanas (aguas negras): comprenden
excretas humanas (fecales y orina), aguas de aseo personal (ducha, baño,
lavabos,…) y las de cocina (fregado de enseres, lavado de ropa, con restos de
detergentes, jabones, lejías y grasas).
Aguas de procedencia atmosférica
(“aguas
blancas”): nieve, lluvia o deshielo.
Aguas residuales de origen rural: además de los residuos de
origen humano, contienen otros de origen animal (deyecciones) y agrícola
(plaguicidas, siendo muy nocivos para los animales y plantas y, por ende, para
el hombre al consumir estas especies).
Las alteraciones por plaguicidas
dependerán del tipo de los mismos, destacando los insecticidas orgánicos de
síntesis: carbamatos, órganoclorados y órgano-fosforados, siendo estos dos
últimos los más importantes por su uso frecuente, si bien los órganoclorados
van a tener una repercusión mucho mayor en la polución de las aguas por no ser
biodegradables como los fosforados, y por su acumulación en las grasas del
organismo.